lunes, 9 de abril de 2018

4to. año ARGENTINA MODERNA




ARGENTINA MODERNA

LA “ORGANIZACIÓN NACIONAL”:

LA FORMACIÓN DEL ESTADO NACIONAL BAJO UN MODELO OLIGÁRQUICO

 

En 1862, Bartolomé Mitre, prestigioso político de la élite porteña, fue elegido presidente de la Nación. Inmediatamente se abocó a la tarea de sofocar las resistencias del federalismo que, en distintas provincias, se levantaban contra el poder de Buenos Aires. Según establecía la recientemente sancionada Constitución, su mandato duró hasta 1868, año en el cual fue elegido Domingo Faustino Sarmiento quien gobernó hasta 1874, seguido por Nicolás Avellaneda, que presidió el país hasta 1880. Durante estas tres presidencias, se creó el entramado de las instituciones que componen el aparato estatal. Justo José de Urquiza. sin los representantes de Buenos aires, la confederación argentina estableció las bases del estado en 1853, mediante la sanción de una constitución. Un nuevo intento de construcción del Estado nacional se iniciaba. Nacía marcado por el predominio de Buenos Aires sobre las demás provincias y daba comienzo a un período que se conoce en la historia como la etapa de la “organización nacional”.

Luego de décadas de guerras civiles, el propósito del grupo que llegó al poder fue organizar la nación dando autoridad al Estado. Para ello, se buscó terminar con los conflictos a través del uso legal de la violencia. Su lema de gobierno fue Orden y Progreso. La primera palabra remite a las ideas de Estado y política y a la regulación de las relaciones entre provincias y sectores; la segunda hace referencia a la inserción del país en el mercado mundial y a la conformación de las relaciones capitalistas de producción. Este “orden” garantizaría, en adelante, el “progreso” económico de un sector pequeño de la sociedad, una clase dominante, que mediante el control de las instituciones de gobierno imponía un proyecto de país que los consolidaba como élite. Entre las medidas que se tomaron en el proceso de conformación de este Estado, se prohibió la formación de milicias regionales y autónomas. Con ello se perseguía concentrar el poder militar en un único organismo, el Ejército nacional, que monopolizaría el uso de la fuerza y la violencia. El Ejército fue el medio para vencer a los caudillos del Interior y a sus montoneras, que todavía ofrecían resistencia frente al centralismo porteño y, también, para expropiar las tierras de los pueblos indígenas y utilizar su fuerza de trabajo.

LA GUERRA DEL PARAGUAY O DE LA TRIPLE ALIANZA

Fue un conflicto bélico desatado durante la presidencia de Mitre que se extendió entre 1865 y 1870. Fue pensado por Mitre como un instrumento para lograr la unificación del país detrás de una convocatoria nacional. Sin embargo, la guerra generó fuertes resistencias en el interior del país, particularmente las lideradas por el caudillo federal Felipe Varela. En la guerra se enfrentaron la Argentina, Brasil y Uruguay contra Paraguay. Paraguay había formado parte del Virreinato del Río de la Plata y desde su independencia declarada en 1811 había logrado consolidarse como Estado y desarrollaba un crecimiento económico autónomo con respecto a las potencias europeas. A su vez, quienes gobernaban el Paraguay impidieron el desarrollo de una oligarquía terrateniente y, alentaron, en cambio, a la pequeña propiedad en una forma de tenencia de la tierra compartida entre el Estado y los campesinos. Pero toda la potencialidad que tenía Paraguay fue frenada por la brutal guerra. Buena parte de los combatientes paraguayos eran campesinos que peleaban en defensa de su propia tierra. La mayoría de ellos murió en combate. El incipiente desarrollo industrial se detuvo y desapareció el modelo de país paraguayo, un modelo distinto al del resto de los países vecinos por su apuesta a la autonomía. En la segunda mitad del siglo XIX, en pleno auge del imperialismo, este modelo de autonomía tenía poco espacio para sostenerse y prosperar. Un signo del cambio que implicó la guerra es que, al momento de su inicio, el Paraguay no tenía deuda externa con ninguna potencia. En 1870, el país en ruinas se vio sometido a tomar el rumbo de dependencia económica y social que ya habían adoptado los países vecinos, sus vencedores.

Otro paso en el proceso de formación estatal fue la unificación jurídica. Desde los años de 1820, cada provincia había sancionado su constitución, elaborando sus propios sistemas de leyes y normas. A partir de 1862, fue necesario unificar esta organización legal, establecer una estructura común: se sancionaron el Código Nacional de Comercio y el Código Civil, se crearon oficinas públicas y juzgados, se ordenó la administración pública y se organizó el Poder Judicial de la Nación. Asimismo, se creó el Banco Nacional y un sistema de comunicaciones y transporte (correo, telégrafo, caminos y ferrocarriles) que unió el territorio. El tendido de las vías férreas tenía como principal objetivo la conexión de los centros productivos del extenso espacio nacional con los puertos de embarque para la exportación. También se sancionó una Ley de Colonización e Inmigración. Los sectores dominantes que construían el nuevo Estado, pretendían construir una nación blanca y europea y lo plasmaban en esta nueva ley que abría las puertas a la inmigración europea, invitando a la población del antiguo continente del cual habíamos sido colonia, a “poblar” este país. De esta forma, pretendían solucionarel “problema” de la falta de mano de obra, aunque, en realidad, la sanción de esta ley mostraba la preferencia por los trabajadores provenientes del viejo continente por sobre los de origen criollo o nativo. Ni gauchos ni indígenas tenían lugar en el ordenamiento en marcha: en la conquista de la Patagonia y el Chaco, emprendida por el Ejército nacional, fueron masacradas las comunidades indígenas. Los sobrevivientes fueron sometidos a servidumbre. La creación de escuelas y otras instituciones educativas apuntaron a “educar al soberano” en un conjunto de conocimientos indispensables para desempeñarse en las distintas actividades económicas, así como en valores que justificaran el orden en construcción. En 1880, bajo la presidencia de Nicolás Avellaneda, se federalizó la ciudad de Buenos Aires, es decir, se la designó como capital del Estado argentino. Al doblegar la resistencia de algunos grupos porteños a la federalización de su ciudad, el Estado nacional terminó de consolidarse, al poder ejercer una autoridad indisputada en todo el territorio reivindicado como propio a través de un conjunto diferenciado e interrelacionado de instituciones (jurídicas, impositivas, educativas, entre otras).

 

 

LA CONSOLIDACIÓN DEL CAPITALISMO Y LA DIVISIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO

Durante el siglo XVIII, Gran Bretaña experimentó un proceso de desarrollo industrial acelerado, conocido como Revolución Industrial. Este proceso fue posible, entre otros factores, gracias a los avances tecnológicos y a la apropiación de un sector de la sociedad de los medios de producción. Hacia el siglo XIX, el desarrollo industrial se había extendido por Europa y Estados Unidos. Estos países industrializados necesitaban materias primas baratas para proveer sus industrias y alimentar a sus trabajadores. También buscaban mercados en donde vender sus productos. Para satisfacer esas necesidades, estos países iniciaron –a fines del siglo XIX– una expansión colonialista que implicó la conquista de territorios en África y Asia, así como la generación de condiciones para el desarrollo de economías primario-exportadoras en los países de América Latina, ricos en variados recursos naturales. Durante el siglo XIX se consolidó el sistema capitalista. La invención del ferrocarril y el barco a vapor habían revolucionado el transporte. Asimismo, hacia finales de esa centuria, se desarrolló la industria química y comenzó a utilizarse energía eléctrica. Hasta ese momento, la humanidad se desplazaba a pie, a caballo o en barcos empujados por el viento; a partir de esta época, gracias al trabajo y al ingenio de los hombres, los nuevos inventos y la aplicación de esas tecnologías representaron un avance extraordinario para el desarrollo económico. La capacidad de carga aumentó, se abarataron los costos del transporte, las rutas terrestres y marítimas unieron lugares distantes de todo el mundo. Estas nuevas conexiones ampliaron rápidamente el intercambio comercial. Ahora bien, ¿quiénes disfrutaron de la riqueza generada por la Revolución Industrial? Un amplio sector de la población mundial se vio excluido; los trabajadores, los obreros de los países industrializados vivían en condiciones inhumanas, cobraban salarios miserables y trabajaban jornadas extenuantes. Los postulados del liberalismo económico que se imponían en esos tiempos sostenían que el Estado no debía intervenir en la economía. Así, durante el siglo XIX y las primeras décadas del XX, la clase trabajadora no contó con legislación que regulara su situación laboral, sus salarios y tiempos de trabajo; su vida estaba librada a la voluntad de los patrones.

SOBRE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y EL CAPITALISMO:

“La Revolución Industrial que comenzó en Inglaterra a fines del siglo XVIII, significó una nueva forma de organizar la producción, es decir, de la forma en que las sociedades obtienen los bienes que necesitan para sobrevivir. (...) El nuevo modo de organizar la producción permitió un salto espectacular en las posibilidades humanas de producir bienes. Es por eso que se habla de una revolución, la Revolución Industrial. Ella marcó el comienzo de un nuevo sistema económico denominado capitalismo que, aunque sufrió muchos cambios en los más de doscientos cincuenta años que tiene de vida, es el sistema en el que vivimos en la actualidad. El capitalismo permitió, como gran novedad, un crecimiento constante de la riqueza. También implicó que los hombres se organizaran y relacionaran entre sí de manera distinta a como lo habían hecho en el pasado. En las nuevas relaciones que ellos establecieron en la producción, en las fábricas o en el campo, surgieron nuevos grupos sociales. Por un lado, la clase obrera, formada fundamentalmente por los trabajadores de las fábricas. A diferencia de los artesanos que vivían de la venta de las mercancías que fabricaban en sus talleres –zapatos, telas, etc.–, los obreros vivían del salario que les pagaban sus patrones, los capitalistas. Justamente, el otro grupo social fundamental que se formó en este proceso fue el de los “capitalistas o burguesía industrial”. Estaba formado por los dueños de las máquinas y de las fábricas. Por su condición de propietarios, tomaban las decisiones económicas con total libertad, sin consultar a los trabajadores que formaban parte importante del proceso de producción. Los burgueses definían qué mercancías producir y a qué precios venderlas; decidían también las condiciones de trabajo que iban a regir en sus empresas. Contrataban a los obreros, les pagaban los salarios y obtenían ganancias de las ventas de las mercancías. En realidad, una burguesía rica ya existía desde hacía bastante tiempo, lo nuevo era que ahora su riqueza se originaba en el trabajo de los obreros en las fábricas. (...) Como dijimos anteriormente, a esta nueva forma de organizar la economía y la sociedad se la denominó capitalista. Y no quedó limitada a Inglaterra. Tiempo después, la experiencia inglesa estimuló el proceso de industrialización en otros países. Francia, Alemania, los Estados Unidos y Japón comenzaron a transitar su propio camino hacia el capitalismo industrial.”

 

MATERIAS PRIMAS Y MANUFACTURAS

Las materias primas son productos extraídos de la naturaleza sin elaboración humana: cereales, lana, minerales, madera. Los productos manufacturados son los elaborados por los hombres. A la materia prima, el trabajador o el artesano le agrega un valor: su trabajo. Este trabajo transforma la materia prima en un producto manufacturado (vestimenta, muebles, ferrocarriles) que a su vez, se transforma en una mercancía que se vende en el mercado.

DIVISIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO

Se conoce con esta denominación a la forma de organización del comercio mundial y de las relaciones internacionales, vigentes entre 1870, momento de apogeo de la política imperialista de las naciones europeas más ricas, y 1930, cuando se produjo una de las grandes crisis del sistema capitalista. Consistía en una división de tareas o de trabajos a nivel internacional, en la que los países industrializados producían manufacturas y las vendían en los países como los de América Latina, que, a su vez, los proveían de materia prima para el proceso industrial. Aun cuando fue una época de crecimiento del comercio internacional, la distribución de “trabajo” entre las naciones se apoyaba en relaciones de poder desiguales entre los países productores de materias primas y los países industrializados.

 

EL MODELO AGROEXPORTADOR

Nuestro país se incorporó a mediados del siglo XIX a la División internacional del trabajo como productor de materias primas. La relación comercial principal se estableció con Inglaterra. Dada la concentración de la tierra en pocas manos, la falta de mano de obra y de tecnología, los terratenientes argentinos se dedicaron en principio a la producción ganadera: principalmente, se exportaba lana de oveja, cueros y carne conservada con sal. Más adelante, el país se especializará en la producción de cereales y carnes refinadas. La producción argentina se ubicaba en una situación de dependencia respecto de las necesidades económicas de los países centrales, los que establecían precios y, con su demanda, definían tipos de producción. Por ejemplo, cuando hacia mediados del siglo XIX, Europa demandó lanas para su industria textil, los terratenientes nacionales dedicaron todos sus esfuerzos a la cría de ganado ovino. Luego, Europa comenzó a demandar cereales y las provincias de la zona pampeana privilegiaron su producción. Finalmente, la demanda de carnes y las posibilidades de transporte que representó el barco frigorífico llevaron a los productores nacionales de esas provincias a convertir la cría de ganado vacuno en la principal actividad junto a la producción cerealera. Los ingleses no sólo se beneficiaban con la venta de sus productos en

nuestros mercados; también ganaron mucho dinero a través de inversiones de

capital, que colocaron en:

• Inversiones directas en empresas ferroviarias, frigoríficos, tranvías y bancos.

• Inversiones indirectas, es decir préstamos al Estado nacional para realizar obras de infraestructura, como los trazados de las vías de los ferrocarriles, la modernización del puerto, la compra de telégrafos y su instalación, la modernización de algunas ciudades con la instalación de redes cloacales y aguas corrientes, y la construcción de avenidas, edificios públicos, etcétera.

 

 

 

LA INMIGRACIÓN MASIVA

La clase dominante y sus representantes en el poder establecieron la idea de que nuestro país estaba desierto y que había que poblarlo. Con el objeto de aumentar la cantidad de mano de obra, tomaron medidas para alentar la inmigración. A través de proclamas en los periódicos de Europa convocaron a quienes quisieran venir a poblar nuestro territorio, prometiendo trabajo y tierras. Los dirigentes de nuestro país esperaban que llegaran europeos del Norte que “civilizarían”, con su apego al trabajo y al ahorro, a la sociedad nacional. Sin embargo, la gran mayoría de los inmigrantes llegó desde Europa del Sur. Se trataba de la población “excedente”, la más pobre, la de obreros analfabetos, expulsados de sus países por la primera gran crisis del capitalismo de fines del siglo XIX. Hartos de la guerra y la pobreza, llegaron a nuestro país con la esperanza de la tierra y el trabajo prometidos. Entre 1850 y 1930, se calcula que llegaron cerca de 6.000.000 de inmigrantes, en su mayoría procedentes de distintas regiones de Italia y España. En un porcentaje menor, también llegaron franceses, rusos, alemanes, polacos, galeses, irlandeses, armenios y judíos. Predominaban los varones en edad de trabajar. Todos abandonaban las pésimas condiciones de vida y, en algunos casos, escapaban de guerras y persecuciones religiosas. La gran mayoría de los recién llegados se instaló en la zona pampeana. El régimen del latifundio obstaculizó la creación de pequeñas unidades campesinas; por ello, la mayoría de quienes se instalaron en el campo lo hicieron como peones rurales que vivían en las estancias o como arrendatarios de pequeñas parcelas. Pero muchos de los inmigrantes, la mayoría, se instaló en la ciudad de Buenos Aires. Aunque el principal objetivo de la élite era la estructuración de un Estado que garantizara legalmente la reproducción de una economía agroexportadora, había que construir y consolidar también simbólicamente la idea de nación: una población tan variada, en la cual alrededor de un 30% era de origen extranjero, requería emprender una tarea de homogeneización cultural. Es decir, construir la nación era también fundar el sentimiento de nacionalidad. Era necesario, para ello, la generalización de la educación básica. Este fue el sentido de la Ley de Educación Común (ley 1420) sancionada en 1884, que estableció la enseñanza primaria, obligatoria, laica y gratuita. Se buscaba que los extranjeros, y sobre todo sus hijos, aprendieran el idioma, las costumbres y la historia de nuestro país, de modo de reconocerse como parte de la sociedad argentina. En las escuelas públicas de todo el país comenzó a implementarse el culto a la bandera al comenzar la jornada, y los retratos de José de San Martín y Manuel Belgrano, entre otros protagonistas de la Independencia, fueron colgados en las aulas.

 

¿GOBIERNO DE TODOS O DE POCOS?:

LA REPÚBLICA CONSERVADORA (1880-1916)

 

Hacia 1880, el Estado nacional se afirmaba como autoridad inapelable. Pero, ¿quiénes gobernaban? ¿Quiénes accedían a los puestos más importantes del Estado y el gobierno? Si bien la Constitución establecía que nuestra forma de gobierno era una democracia, no todos podían ejercer sus derechos políticos. Por distintos mecanismos como la exclusión de los padrones, el sufragio de los muertos y otras estrategias fraudulentas, el voto de los varones adultos era manipulado, generando, por ello y por la violencia que solía estallar en los actos electorales, una escasísima participación popular en las elecciones. Por otra parte, las mujeres no eran consideradas sujetos de derecho. Tendrían que recorrer todavía un largo camino de luchas para obtener por fin su derecho al voto. En realidad, quienes accedían al gobierno y a la dirección del Estado eran los miembros del Partido Autonomista Nacional (PAN), un partido que surgió de la alianza entre las élites o sectores más poderosos de las diferentes provincias. El objetivo de esta alianza era garantizar los privilegios económicos y políticos de estos grupos, particularmente de los sectores agroexportadores. Se mantuvieron en el poder, a través de diversos mecanismos que violaban la Constitución, hasta 1916. El régimen político que se fue configurando aseguró el poder de una minoría, una élite que representó los intereses de la clase económicamente dominante. Entonces, ¿era una democracia? ¿O se trataba de un gobierno de pocos para unos pocos? El Estado argentino se consolidó bajo la dirección de sectores política y económicamente dominantes, mientras se excluía a las mayorías. El concepto de “oligarquía” sirve para definir la forma de gobierno que establecieron estos sectores, así como para referir al grupo propietario de grandes extensiones de tierras, las más ricas de la Argentina.

 

Oligarquía: Es una forma de gobierno en la cual el poder supremo es ejercido por un reducido grupo de personas que pertenecen a una misma clase social. El concepto procede del griego antiguo, en donde “oligos” significa “pocos” y “arquía” es una combinación de significados: “jefe” y “mandar”.

 

Los miembros del PAN eran “conservadores” ya que pretendían mantenerse en el poder a través de prácticas políticas ilegales para conservar las formas de una sociedad jerárquica en la que ocupaban un sitio privilegiado. En efecto, no querían modificar la situación de privilegio que habían construido a través de la fuerza. Pero esta élite, si bien conservadora en la política, era económicamente “liberal”: defendía el avance de la ciencia, de la técnica, así como ciertas libertades, como la de trabajo, la libertad de cultos o el libre comercio que permitía satisfacer sin controles la demanda inglesa de productos agrícolas y ganaderos que eran la base de su fortuna y poder. El principal mecanismo para dejar fuera del manejo del Estado a amplios sectores de la población fue la permanente utilización del fraude electoral. Esta práctica fue posible por la cantidad de recursos con los que contaba la élite para la organización y puesta en práctica de las elecciones. Gracias a la utilización del fraude, este sector pequeño de la sociedad se sostuvo en el poder por casi 40 años, pese a la creciente protesta social. El fraude fue posible también por la forma de votar. Para poder votar, los individuos debían presentarse ante comisiones encargadas de registrarlos en un padrón. Estas comisiones eran manejadas por el partido en el gobierno y los padrones eran manipulados de manera conveniente a sus intereses. Se excluían votantes no deseados y se incluían hasta personas muertas, cuando las circunstancias apremiaban. Otra práctica común consistía en (dado que el voto no era secreto y se decía a viva voz) presionar o amenazar a los votantes para que favorecieran con su sufragio al partido de gobierno. Otras veces, el fraude consistía en permitir que una misma persona votara en más de una ocasión. Si aún con todas estas trampas no se lograba garantizar la victoria, durante el recuento de votos se modificaban datos, se eliminaban urnas o se alteraban los números. Además, cada vez que se consideraba en peligro el apoyo de una provincia, la élite recurría a las intervenciones federales para remover de sus cargos a los gobernadores disidentes y colocar en su lugar a funcionarios adictos que aseguraran el triunfo en las elecciones locales.

 

PERÍODO PRESIDENCIA

1880-1886 Julio Argentino Roca

1886-1890 Miguel Juárez Celman

1890-1892 Carlos Pellegrini

1892-1895 Luis Sáenz Peña

1895-1898 José Evaristo Uriburu

1898-1904 Julio Argentino Roca

1904-1906 Manuel Quintana

1906-1910 José Figueroa Alcorta

1910-1914 Roque Sáenz Peña

1914-1916 Victorino de la Plaza

LA REPÚBLICA CONSERVADORA (1880-1916)

 

LA “GENERACIÓN DEL 80”

Cuando hablamos de “élite”, no sólo nos referimos al mundo acotado de los terratenientes bonaerenses sino que esta clase dominante se extendía en todo el país. Formaban también parte del grupo privilegiado, escritores, periodistas, políticos y científicos de tradición liberal. Cada uno, desde sus lugares, aportaba a la construcción del “régimen conservador”. Este grupo de personas es conocido como la “generación del 80” por el protagonismo que tuvo durante esta época, en la política, pero también en la literatura, en las ciencias, en la escultura o en la arquitectura. Admiradores de la cultura europea, se inspiraban en sus expresiones artísticas y científicas, en sus teorías políticas, así como en la manera en que sus élites concebían el mundo. Como vimos, su lema, hacia fines del siglo XIX, era Orden y Progreso. La idea de “progreso” se expresaba en el avance científico, la razón y el desarrollo. El “orden” iba de la mano del progreso, ya que era considerado imprescindible para hacer efectivo el progreso. El Estado sería el encargado de garantizarlo. El pensamiento de esta generación se inspiraba además en el laicismo francés, una corriente que defendía la separación entre la Iglesia y el Estado. Según esta posición, las funciones tradicionales de la Iglesia debían rediscutirse, asumiendo los Estados muchas de ellas. Esta corriente laica se reflejó en la Argentina, en la sanción de leyes como la Ley 1420 de Educación Común (1884) y las de Registro y Matrimonio Civil (1884 y 1888, respectivamente). A partir de esta nueva legislación, la Iglesia dejó de tener el registro y el control de los nacimientos y defunciones, de los matrimonios y de la educación, y estos pasaron a la esfera estatal.

 

LOS SECTORES POPULARES: TRABAJADORES NATIVOS E INMIGRANTES

Como vimos, desde la perspectiva liberal de quienes gobernaban la Argentina, el Estado no debía regular la economía. Por lo tanto, tampoco regulaba la relación económica entre trabajadores y patrones. Esta idea imperaba no sólo en nuestro país sino en gran parte del mundo, principalmente en Europa, de donde provenían los millones de inmigrantes que se instalaron de manera precaria en nuestra tierra. Estos extranjeros tenían sus orígenes en sectores marginales y pobres de los países del sur europeo y en nuestro país no se les concedió lo prometido, es decir la propiedad de la tierra. Sólo algunas colonias de campesinos europeos recibieron tierras en la región litoral y en la Patagonia. El sistema de latifundio impidió la partición de tierras en pequeñas chacras campesinas. La gran mayoría de los inmigrantes terminó por tanto, viviendo hacinada en los famosos conventillos de los barrios de La Boca y San Telmo en la ciudad de Buenos Aires y también en Rosario, la otra ciudad que recibió a muchos de ellos. A la “chusma” de mestizos, indígenas y gauchos que eran la fuerza de trabajo tradicional se le sumaron los inmigrantes que se emplearon como trabajadores en pequeños talleres urbanos, en los ferrocarriles, en el puerto o bien como jornaleros en el campo. Algunos conocían un oficio y se dedicaban a producir pan, productos de carpintería o calzado. Pero ya fueran nativos o extranjeros, en estos años, los trabajadores no contaban con leyes que protegieran su situación laboral; no tenían un salario mínimo, ni una jornada de trabajo establecida por ley, de manera que quedaban sujetos a la voluntad del empleador. Trabajaban extensas jornadas por salarios miserables. Los trabajadores rurales, en muchos casos, cobraban en “vales” que debían ser cambiados por comida en las proveedurías de las estancias en las que trabajaban. Otras veces se les pagaba con comida en mal estado. Los trabajadores, urbanos o rurales, no tenían jubilación, vacaciones ni protección médica; cualquier enfermedad que los dejaba parados los condenaba a la miseria y si morían, su familia quedaba totalmente desamparada. Las personas mayores, si no podían seguir trabajando, no contaban con ningún tipo de ingreso. Tampoco se pagaban indemnizaciones por despido. Estos beneficios que hoy conocemos y valoramos, no formaban parte de las ideas de la época o recién comenzaban a discutirse.

La situación de vida siempre estructura ideas y formas de pensar. Las difíciles experiencias compartidas en fábricas y conventillos condujeron a muchos trabajadores a resistir y a organizarse. Las primeras formas que ellos encontraron para defender sus derechos fueron las Asociaciones de Socorros Mutuos, principalmente conformadas por varones y mujeres provenientes de un mismo país. Luego se formaron las Sociedades de Resistencia, una suerte de sindicatos primitivos. Eran organizaciones nucleadas por tipo de actividad que reclamaban mejoras en las condiciones laborales y llevaron a cabo las primeras huelgas y protestas.

Para los llegados a nuestra tierra, la realidad no era muy diferente que en sus países de origen. La mayoría había abandonado su tierra escapando del hambre, la pobreza y la guerra. Estas experiencias forjaron en Europa distintas corrientes de pensamiento que cuestionaban la desigualdad y la injusticia del sistema capitalista. Los inmigrantes trajeron desde sus lugares de origen ideas anarquistas y socialistas que cuestionaban las bases del sistema social. Los anarquistas no creían en las reformas ni en la utilización del Estado como medio para cambiar la realidad, ya que para ellos las instituciones del Estado garantizaban la reproducción del sistema capitalista; entonces, el Estado era parte del problema. Había que destruir –aun con la violencia– al Estado y a la Iglesia, la síntesis de la explotación. La mayoría de los trabajadores que sostenían estas ideas eran de origen español e italiano y pertenecían al grupo de los más pobres: albañiles, carreros, choferes y algunos peones rurales. Los socialistas también cuestionaban las desigualdades del sistema, pero, a diferencia del anarquismo, planteaban que la lucha de los oprimidos no tenía que ir por la vía de la violencia y la revolución; los derechos se obtendrían a través de huelgas pero fundamentalmente por la vía legal: había que ganar elecciones, ingresar en las instituciones del Estado como el Congreso, por ejemplo, y desde allí, cambiar la situación de los excluidos y de la sociedad toda. Años más tarde, se formaron otros grupos, como el de los comunistas, que criticaba las desigualdades del sistema económico y proponía un cambio hacia una sociedad nueva basada en la organización de los oprimidos que, a través de una revolución como la que se produjo en Rusia en 1917, tomaría el poder del Estado para construir una sociedad sin clases, sin propiedad privada, igualitaria y justa. Por último, en la década de 1910, prosperó una corriente denominada “sindicalista”. Los “sindicalistas” no creían en las reformas políticas ni en la revolución social. La lucha para ellos debía limitarse al pedido de mejoras salariales y de condiciones laborales de los trabajadores organizados en sindicatos. Eran los sindicatos los que negociarían con los patrones, utilizando la huelga como forma de protesta. Los trabajadores se unieron en sindicatos y en federaciones de sindicatos para tener más fuerza frente a sus patrones y frente a un Estado que defendía los intereses de los sectores sociales más poderosos.

Además de la represión directa, la principal respuesta de la élite a las crecientes protestas obreras fue la sanción de leyes represivas. Hacia 1900, el clima de huelga se había extendido en los frigoríficos, los talleres metalúrgicos y ferroviarios, así como en algunas estancias. El presidente Julio A. Roca declaró el estado de sitio y promulgó la ley 4144, denominada “Ley de Residencia”, que expulsaba a todo extranjero que formara parte de una organización obrera o de una huelga. Asimismo, el gobierno prohibió la circulación del diario La Protesta (anarquista) y La Vanguardia (socialista), y expulsó del país a muchos dirigentes, a la vez que encarceló a indígenas que adhirieron a la lucha. En 1910, durante los festejos del centenario de la Revolución de Mayo, la Federación Obrera Regional Argentina organizó una protesta para mostrar que, a cien años de la Revolución de Mayo, los sectores populares seguían siendo oprimidos. El presidente José Figueroa Alcorta promulgó entonces la Ley de Defensa Social que limitaba la actividad sindical y castigaba cualquier acto de lucha obrera, fuese de indígenas o de inmigrantes, con la pena de prisión.

 

LA PROTESTA LLEGA A LOS SECTORES MEDIOS. LA DEMOCRATIZACIÓN DEL “RÉGIMEN”

 

No sólo los sectores populares se movilizaron y lucharon contra un régimen que favorecía a los más poderosos. Desde la década de 1890, pero particularmente en los inicios del siglo XX, crecientes sectores de clase media alzaron su voz crítica contra el fraude y la violación a la Constitución. En 1891 se formó la Unión Cívica Radical (UCR) liderada por Leandro N. Alem y, desde 1896, por su sobrino Hipólito Yrigoyen. El nuevo partido criticaba fuer-

temente las prácticas políticas del Partido Autonomista Nacional. Sostenía la consigna de “abstención electoral e intransigencia revolucionaria” como forma de terminar con el monopolio del poder ejercido por la oligarquía. La UCR exigía la vigencia de la Constitución, elecciones limpias y honestidad en la gestión pública, el partido radical fue el primero en agrupar masivamente a amplios sectores de las clases medias y a algunos trabajadores especializados. Además de participar en la “Revolución de 1890”, el partido intentó en otras dos ocasiones (1893 y 1905), tomar el poder por la vía revolucionaria, a través de alzamientos armados.

Como consecuencia de las resistencias de los trabajadores y de los crecientes cuestionamientos de los sectores medios, dentro de la élite nucleada en el Partido Autonomista Nacional crecieron las discusiones acerca del camino a seguir.

 

Un sector, liderado por Julio A. Roca, seguía sosteniendo la voluntad de conservar el poder a toda costa con la utilización de los mecanismos fraudulentos. Otros, representados por Carlos Pellegrini, José Figueroa Alcorta y Roque Sáenz Peña, proponían en cambio una reforma política que frenara el descontento generalizado. La situación de protesta social era evidentemente preocupante. Si la élite gobernante quería conservar sus privilegios, era cada vez más claro que debían escucharse los reclamos de democratización del régimen político, planteados por los radicales y otros partidos políticos opositores.

En 1912, el presidente Roque Sáenz Peña impulsó la sanción de la Ley General de Elecciones que establecía el voto secreto, individual y obligatorio para todos los ciudadanos varones mayores de edad. El objetivo era dar legitimidad al sistema político para salvarlo de su destrucción. De esta forma, la élite intentaba “limpiar” su imagen y hacer desaparecer los intentos desestabilizadores de los radicales y de otros grupos cuestionadores. Contra lo esperado por los miembros de la élite gobernante, en las elecciones presidenciales de 1916 ganó por primera vez un partido que NO era el Autonomista Nacional. Asumió entonces la presidencia el radical Hipólito Yrigoyen. Era el final de una etapa y el comienzo de otra, que se anunciaba más plural y democrática.



ACTIVIDADES:

1)      ¿Quiénes son los presidentes que ponen las bases para la nueva argentina?

2)      ¿Cuál es el lema de esta etapa?

3)      ¿Por qué se produce la Guerra con el Paraguay?

4)      ¿Qué es el Capitalismo? Y ¿Cómo se consolida?

5)       ¿A qué se llama división internacional del trabajo?

6)      ¿Cómo se incorpora la Argentina en la división internacional del trabajo?

7)      ¿Paraque se fomentó la inmigración?

8)      Explica ¿porque esta etapa recibe el nombre de Argentina oligárquica y conservadora?

9)      Realiza una línea de tiempo con los presidentes que gobernaron la etapa de la Argentina Moderna.

10)   ¿A qué se llamó generación del 80?

11)   ¿A qué se llamó ley de residencia?

12)   ¿Cómo llega al fina esta etapa de Argentina Moderna?

13)   Observa el siguiente video y realiza un comentario de no menos de media carilla.

 Video Argentina Moderna:

https://www.youtube.com/watch?v=oBKJJR8hU6E&ab_channel=YerimenArcamone